Luego de un siglo, refugiados sirios vuelven a Armenia – The New York Times

Por Jordan G. Teicher para The New York Times

Armenia es un país pequeño, y en gran parte homogéneo, de sólo tres millones de habitantes, por lo que cuando miles de refugiados que huían del conflicto de Siria comenzaron a llegar hace unos años, su presencia era imposible de ignorar. Según los funcionarios armenios, más de 22 mil sirios han llegado a la antigua república soviética desde el inicio del conflicto en 2011. Para el año 2015, la agencia de refugiados de las Naciones Unidas indicó que los refugiados sirios representaban a seis de cada mil personas en Armenia.

syrian_armenians.thumb«Veías nuevos restaurantes abriéndose, nuevos servicios en la ciudad, gente vestida de una manera diferente», dice la curadora de arte armenia, Anna Kamay. «El cambio era notable«, añade.

Aunque muchos de estos refugiados nunca habían puesto los pies en Armenia antes, el país no les es enteramente ajeno. Hace un siglo sus antepasados ​​buscaron refugio en Siria tras escapar del genocidio perpetrado por los turcos otomanos.

Kamay había estado viviendo en Marruecos cuando regresó a Ereván, capital de Armenia, en 2015, y fue rápidamente cautivada por las historias de los armenios sirios que conoció en su vecindario y por trabajo voluntario con el proyecto Armenian Redwood Project, sin fines de lucro. El año pasado, se asoció con una fotógrafa armenia independiente, Anush Babajanyan, para compartir esas narraciones con el mundo.

«Hemos hecho un esfuerzo para documentar todo tipo de historias, para mostrar todas las caras diferentes de esta comunidad», expresa Kamay.

Al igual que sus nuevos vecinos, los refugiados armenios sirios son cristianos y hablan armenio, aunque sea un dialecto particular de la diáspora. Si bien la integración cultural ha tenido sus baches, explica Kamay, los han hecho sentirse «más o menos bienvenidos aquí». El gobierno, por su parte, ha ayudado a ofrecer a los refugiados una vía rápida a la ciudadanía y la prestación de atención médica, mientras que la ONU y otras organizaciones de ayuda proporcionan subsidios a la vivienda. Sin embargo, Babajanyan dice que los buenos empleos y la vivienda asequible son difíciles de conseguir, incluso para aquellos que han vivido allí mucho más tiempo, y la asistencia externa sólo puede ayudar a los refugiados a superar las adversidades.

«Realmente son un grupo de personas potentes, que han tenido que enfrentar tantas cosas en Siria y ahora aquí, en un país donde todavía tienen que luchar», señala Babajanyan. «Es algo para lo que tienes que ser fuerte».

Si bien hay historias de éxito entre los recién llegados, el reasentamiento ha sido difícil para muchos de los armenios sirios con los que Babajanyan se reunió durante el año pasado. Un hombre, Soghomon Amseian, le dijo que era dueño de un estudio fotográfico en Der Elzor, Siria, pero desde que se trasladó a Armenia no había sido capaz de encontrar un trabajo a tiempo completo. Mari Kilejian, una mujer de Kobani, Siria, describió los obstáculos burocráticos que tuvo que atravesar en Armenia para tratar de obtener atención médica para su marido, que sufre problemas cardíacos.

«Tuvo que ir de una oficina a otra para tratar de arreglar esta cirugía gratuita por la que tenía derecho del gobierno», dijo Babajanyan. «Tomó tanto tiempo que al final que tuvieron que pagar por ellos mismos. Todavía estaban esperando el reembolso”.

Algunos de los refugiados retratados en las fotos de Babajanyan se enfrentan a desafíos específicos de la vida en Artsaj (Nagorno-Karabaj), un territorio en disputa que la ONU considera parte de Azerbaiyán, pero que está controlada por armenios étnicos. Si bien el gobierno local ha proporcionado viviendas gratuitas para los residentes de origen armenio, las oportunidades de empleo son escasas y la posibilidad de violencia está siempre presente.

«Se mudaron de una zona de conflicto a otra», dice Kamay. «En Nagorno-Karabaj, cualquier cosa puede suceder en cualquier momento entre los armenios y los azerbaiyanos».

En su mayor parte, las fotos de Babajanyan representan a los armenios sirios que conoció en sus nuevas casas. Cuando fue posible, también documentó algunas de las pertenencias que trajeron con desde Siria. Mientras que algunos lograron traer artículos religiosos o pequeñas decoraciones de importancia especial, otros sólo tenían libras sirias, la moneda de su país, para recordarles su hogar. El único recuerdo de un joven era un tatuaje.

Armenia, dice Kamay, sólo puede beneficiarse de la presencia de una nueva población culturalmente diversa. Pero la promesa de encontrar seguridad financiera en otros lugares, dijo, y la esperanza más distante de un día de regreso a Siria, hace que el futuro de los armenios sirios sea incierto.

«Sólo el tiempo dirá si Armenia es una zona de tránsito seguro para estas personas o un nuevo hogar para ellos», afirma Kamay.

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