Falleció el benefactor nacional Eduardo Seferian

El jueves  19 de febrero pasado  falleció el benefactor nacional y ex presidente del Centro Armenio de la República Argentina, Eduardo Seferian.

El lunes una multitud se hizo presente en la Catedral San Gregorio El Iluminador para despedirlo en una ceremonia de cuerpo presente presidida por el Arzobispo  Kissag Mouradian, Primado de la Iglesia Apostólica Armenia para Argentina y Chile, de la que formó parte también su par de Uruguay, Arzobispo Hagop Kelendjian.IMG_4973[1] (1)

Durante la ceremonia, en la que estuvieron presentes el embajador de la República de Armenia, Alexan Harutiunian, la cónsul Esther Mkrtumyan, representantes de las organizaciones armenias y personalidades de la comunidad, se leyeron las condolencias enviadas por el presidente de la República de Armenia, Serzh Sargsyan, Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catolicós de Todos los Armenios, Su Santidad Aram I, Catolicós de la Iglesia Armenia Apostólica de Cilicia, el Ministro de Asuntos Exteriores de Armenia, Edward Nalbandian, y los ex embajadores de Armenia en Argentina Vladimir Karmirshalian y Vahakn Melikian.

Pronunciaron palabras recordando al benefactor  sus allegados Mateo Vartparonian y Sofi Escalante; el presidente del Centro Armenio de la República Argentina, Dr. Alberto Djeredjian, y Mario Nalpatian, del Consejo Nacional Armenio.

Posteriormente sus restos fueron trasladados al Cementerio Británico.IMG_4965[1]

Palabras del Dr. Alberto Djeredjian, presidente del Centro Armenio de la República Argentina, durante la ceremonia:

Decía un artículo periodístico luego de conocida la noticia del fallecimiento de Eduardo Seferian: » Don Eduardo Seferian  fue un trabajador, un empresario, un dirigente, un soñador que compartió con sus pares todas sus inquietudes haciendose siempre un tiempo más para todas las actividades que requerían su apoyo».

Fueron innumerables los conceptos elogiosos que hemos leído y escuchado desde que  nos enteramos de su desaparición física, pero he querido mencionar el párrafo precedente por entender que definía de forma elocuente su personalidad  y  en especial por ser a un texto publicado  en un prestigioso periódico de Corrientes, provincia en la que desarrollo gran parte de su labor.

El interés y la adhesión de Eduardo Seferian a las causas nobles, a las iniciativas constructivas de las estructuras comunitarias lo transformaron en una personalidad relevante de la realidad del país.

Sufrió junto con su familia, como tantas otras de la comunidad armenia de Rumania en la posguerra, las confiscaciones  y despojos impuestos  en los estados balcánicos. Ello determinó su emigración a Sudamérica a mediados del siglo pasado y su establecimiento definitivo en la República Argentina, donde  en la provincia de Corrientes fundaron  una empresa modelo, que contribuyó al despegue económico del Nordeste Argentino.

El compromiso de la familia Seferian y especialmente de Eduardo en la vida comunitaria armenio-argentina marcaron una época de brillo y desarrollo sin precedentes, merced a los cuales la comunidad emergió como fuerza activa dentro de la sociedad argentina, con un alto sentido de la integración. Eduardo Seferian fue un profundo cultor y defensor de las ideas de libertad y democracia, y participó activamente de todas las iniciativas tendientes a la cristalización de dichos valores en Argentina y  Armenia. La independencia de la República de Armenia y la lucha de liberación nacional de Karabagh lo contaron desde el primer momento en la fila de los entusiastas defensores de la redención de la nación. Su servicio de muchos años como presidente del Consejo Directivo de nuestra entidad, el Centro Armenio, sede del Arzobispado de la Iglesia Armenia y de esta Catedral lo destacaron como factor aglutinante, mereciendo el respeto y la consideración de todos los sectores. En tal condición fue preponderante su tarea en la ayuda que nuestra comunidad ofreció cuando en 1988 un terrible terremoto azotó Armenia.  Luego de merecer las condecoraciones de la Santa Sede de Echmiadzín y del Catolicosado de la Gran Casa de Cilicia se hizo acreedor también a las de la República de Armenia, que siempre estará agradecida a su memoria por el gesto de la donación del edificio de la Embajada en Buenos Aires, realizada junto con su hermana Adrienne Seferian de Vartparonian en memoria de sus padres.

Su protagonismo como miembro fundador del Consejo de Administración mundial del Fondo Nacional Armenia y su compromiso con sus objetivos definieron los últimos años de su vida, consagrados a la unidad, la solidaridad, la comunión fraterna de toda la armenidad.

Su obra ha sido tan trascendente en todos los ámbitos, el empresarial, el institucional, el educativo, el de la ayuda social, el deportivo y tantos otros, que resulta imposible mencionar detalladamente todas ellas. No quiero dejar de mencionar su participación en la fundación del Deportivo Mandiyú, club al que consiguió instalar en la élite del fútbol argentino. Quiero destacar fundamentalmente su preocupación por la educación de los niños y jóvenes. Su participación en proyectos educativos ha sido una constante en toda su trayectoria. He sido uno de los beneficiarios de su obra,  y como en mi caso,  miles  pudieron completar sus estudios en colegios de la comunidad armenia del país. Y de esos miles, muchos han asumido tareas de responsabilidad en la dirección de nuestras entidades.

Aquel  artículo periodístico que mencione inicialmente continuaba diciendo » Don Eduardo  no escatimó nunca una mano,  en el silencio más absoluto, a imagen y semejanza de su padre Ardashes, nombre que quedó inmortalizado en una escuela de Corrientes, capital». Y a modo de síntesis finalizaba expresando » El nombre de Eduardo Seferian es simplemente parte de Corrientes». Tomando la semblanza del  autor que comparto por verdadera, y solicitando su licencia,  me permito completarla diciendo  » Eduardo Seferian es simplemente parte de Corrientes,  de Argentina y de la armenidad toda».

En esta despedida de nuestro entrañable amigo,  y a pesar de los justos e importantes reconocimientos que en vida recibió,  nos queda la sensación de no haberle expresado suficientemente nuestro agradecimiento por su obra.  Quizás podamos saldar esa deuda siguiendo todos  los día su ejemplo.

Su fallecimiento se produce en medio de nuestro profundo respeto y en nuestra congoja honramos su vida, su obra y su legado de grandeza.

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