EDITORIAL: Las agresiones a Garo Paylan en el parlamento turco y el panorama político en Turquía

Garo-Paylan-attack-turkey-parliamentDías pasados se vivió una bochornosa situación en la Asamblea Nacional de Turquía, cuando diputados del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) fueron agredidos físicamente por parlamentarios oficialistas y aliados, quienes fundamentalmente se ensañaron con el diputado de origen armenio Garo Paylan, que recibió además agravios por su identidad nacional, imágenes vergonzosas que dieron la vuelta al mundo (VIDEO).

Para comprender mejor el clima de hostilidad que se vive actualmente en Turquía contra toda forma de oposición democrática -que en rigor no es una particularidad reciente sino una característica histórica, quizá cristalizada internacionalmente con mayor notoriedad bajo el mandato de Recep Tayyip Erdoğan, quien ejerce un poder absoluto desde hace más de trece años- conviene remontarse a junio de 2015, cuando se realizaron elecciones en Turquía y por primera vez en los últimos 10 años el oficialista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) perdió la mayoría absoluta en el congreso. En esos comicios, el HDP, único partido en favor del reconocimiento del Genocidio Armenio y otros crímenes del Estado turco, realizó un gran desempeño, obteniendo más de 6 millones de votos y consagrando a unos 80 diputados en el parlamento, entre ellos armenios, kurdos, asirios y árabes. Por su parte, otros tres partidos opositores también lograron un gran número de parlamentarios.

A raíz de esto, el presidente Erdogan buscó por todos los medios convocar a nuevas elecciones en noviembre de ese año, porque no podía formar gobierno.

Durante y después de las elecciones de junio, unos 400 locales del HDP fueron incendiados y miles de militantes encarcelados. A su vez, hubo cuatro atentados en manifestaciones de este partido que fueron perpetrados por el Estado Islámico, denunciado de estar controlado por agencias de inteligencia del Estado turco.

Previo a las elecciones de noviembre, el gobierno de Erdogan convirtió las ciudades de mayoría kurda en una zona de guerra. Sur-Diyarbakir, Yuksekova, Van, Cizre, Silopi, Mardin, Idil, Sirnak y Hakkari fueron las más afectadas. Según organizaciones de Derechos Humanos, durante los últimos ocho meses, más de un millón de kurdos fueron deportados a la fuerza de esas localidades, y más de dos mil civiles fueron asesinados. En ese momento, el gobierno turco a través de declaraciones que cobraron público conocimiento, vertió el siguiente concepto: “Los armenios en 1915 nos traicionaron con su alianza con Rusia, y ahora los kurdos hacen lo mismo, y recibirán las mismas respuestas”.

A pesar de la represión, la persecución y las graves denuncias de fraude, en las elecciones de noviembre de 2015, el HDP logó consagrar a 59 diputados para la Asamblea Nacional, entre ellos a Garo Paylan, armenio de la ciudad de Estambul, y nuevamente el AKP no pudo obtener la mayoría necesaria para reformar la constitución turca, e intensificó su represión contra el HDP y la población civil de las regiones de mayoría kurda.

Cada vez que los diputados del HDP realizan una crítica a la política represiva del gobierno, son víctimas de agresiones. Erdogan ordenó anular en la Asamblea Nacional la inmunidad parlamentaria de los congresistas del HDP, con el objeto de desplazarlos bajo la acusación de “terrorismo y traición”, y completar las bancas con diputados oficialistas o aliados al gobierno. Este proyecto está siendo actualmente tratado por el parlamento, y su sanción implicaría un serio riesgo para Garo Paylan y todos los diputados opositores al régimen.

Hace poco, en la ciudad de Cizre, unos cien civiles que estaban refugiados en un edificio debido al el Estado de sitio impuesto por el gobierno en la zona, fueron quemados vivos por soldados turcos, según se denunció. La Asociación de Derechos Humanos de Turquía (IHD), solicitó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) realizar una investigación sobre este episodio y sobre otros asesinatos de civiles. Como consecuencia, la ONU instó a Turquía a respetar los derechos fundamentales de los civiles e investigar estos asesinatos. A su vez, expresó su alarma por la ofensiva contra periodistas críticos del gobierno, una constante bajo el gobierno de Erdogan, con dos casos recientes de encarcelamiento de trabajadores de prensa.

A este sombrío panorama, se ha sumado hace poco la denuncia de asesinatos por parte de soldados turcos de familias de migrantes desamparados que pretendían ingresar a Turquía.

Bajo este contexto político, el histórico reclamo del pueblo armenio de Memoria, Verdad, Justicia, Reconocimiento y Reparación del Genocidio Armenio, es claramente una utopía inalcanzable. Habrá que esperar que nuevos aires democráticos soplen en Turquía, cuyo pueblo paulatinamente, con cada vez más casos aislados, comienza a abrir los ojos y a revisar críticamente su pasado histórico y los crímenes del Estado turco. Esta nueva oleada abarca no sólo a intelectuales y dirigentes políticos, sino a cada vez más jóvenes y estudiantes. Allí, en las nuevas generaciones, se abre una gran esperanza.

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